Llegado un punto en donde términos como “las redes”, “la virtualidad”o “la descentralización” se han vuelto valores en sí mismos a la hora de referirnos a una forma de acercamiento a las producciones culturales actuales (sin haber analizado el real impacto que estas posibilidades ofrecen en términos de nuestra relación con esas producciones), la invitación para escribir en esta revista, de existencia puramente digital y on-line, me recordó el gran esfuerzo que aún tenemos por delante. Con honestidad y una pizca de autocrítica, debemos asumir que muchas de las publicitadas promesas que las redes anunciaban aún no han conseguido materializar de una manera concreta y desafiante ideas un tanto abstractas como las de “democratización de la cultura” o “conocimiento compartido”, que lamentablemente continúan funcionando como llanos eufemismos.
En este contexto, la pervivencia de una larga tradición de instituciones ligadas al arte no resulta llamativa: si todas esas profecías se hubiesen cumplido, no necesitaríamos aún del resguardo – económico, institucional, comunicacional, entre otros – de estos grandes centros que siguen concentrando gran parte de la circulación, exhibición y legitimación de obras, artistas, historias, publicaciones, curadores, etc.
Ahora bien, para no seguir esta línea de tediosas generalidades y hablar de “cultura” o “arte contemporáneo” (como inabarcables rótulos que no obstante pretenden ser claras definiciones), decidí focalizar el objeto de este artículo en la relación que las artes mediáticas en Argentina establecen con las instituciones que las contienen al presente. Este objeto funde también una serie inconmensurable de obras a la vez que opera un recorte difícil y cuestionable, pues resulta cada vez más arduo (y menos deseable) separar las prácticas artísticas en cubículos incomunicados, pues de hecho obras y artistas habitualmente amalgaman el audiovisual con la música, la performance, las artes visuales, las instalaciones, etc[1]. Tomémoslo no obstante, como un punto de partida y dejemos que vaya extendiéndose a lo largo de este paseo.
Advierto por lo antedicho que me referiré a casos específicos de espacios, proyectos y plataformas con los que he tomado contacto en los últimos tiempos, explicitando que el recorrido que propongo tiene entonces como único objetivo transitar una serie de observaciones y propuestas que tiendan a trazar una cartografía alternativa de la circulación de las artes mediáticas en nuestro país (y no plantear un panorama abarcativo, histórico o unívoco).
Frente a este horizonte, advierto la cristalización de una tendencia alternativa al habitual modelo de institución cultural (muy atractiva en las décadas pasadas en términos de difusión, alianzas institucionales, financiamiento, etc.), las cuales supieron generar grandes eventos internacionales que, infeliz y llamativamente, no han renovado sus ediciones. Podríamos citar por ejemplo los casos de los Festivales Franco Latinoamericanos de Videoarte o las MEACVAD – Muestras Euroamericanas de Cine, Video y Arte Digital[2] -, que además de implicar un importante nivel de colaboración entre instituciones como la Universidad de Buenos Aires a través del Centro Cultural Rojas, el Espacio Fundación Telefónica, la Alianza Francesa, el Instituto Goethe, el Museo de Arte Moderno y diversas Embajadas y Universidades, propiciaban un lugar de intercambio a partir de muestras, proyecciones, mesas redondas y publicaciones, que ciertamente marcaron un modelo de gestión y trabajo en lo que hace a un pensamiento y práctica del audiovisual y las artes mediáticas en general.
Sería tema de otro artículo ensayar explicaciones a este fenómeno, pues lo que me interesa destacar es una atractiva mudanza en la forma de producción, circulación – y también legitimación – de un circuito que no se concibe como supresor u opuesto a ese modelo sino – a mi entender, de un modo mucho más sugestivo – como complementario. Espacios en su mayoría autogestionados, que ensayan sin moldes ni garantías, estrategias desapegadas de grandes presupuestos, asistencia masiva y escalas monumentales.
Este nuevo escenario instala una visibilidad que puede ocurrir entonces por fuera de la Capital Federal, e incluso por fuera de la provincia de Buenos Aires. Espacios emblemáticos como Casa 13[3] en Córdoba o el Centro Cultural Estación Provincial[4] en La Plata, suman a esta situación el mérito de ser espacios recuperados del abandono y el desinterés dentro de la ciudad, para abrir una escena que incorpora artistas y porpuestas no siempre recibidos en otros ámbitos institucionales[5]. Para continuar con el caso de La Plata (ciudad donde nací, vivo y trabajo actualmente), se abrieron recientemente otros dos espacios como la tienda Mal de Muchos[6] y Artecontinuo. Y si bien se asocian a un perfil que liga el financiamiento con la venta (de objetos y vestimenta, no de obra pues el mercado local no consigue sostener esas iniciativas), estos dos casos promueven la visiblidad de una escena escasa, por no decir prácticamente inexistente, de puesta en circulación de la producción platense de arte contemporáneo en la ciudad[7].
El del financiamiento de estos espacios termina siendo generalmente una cuestión álgida, pues son muchas veces los propios gestores los que se ocupan del soporte económico y el mantenimiento de estos espacios[8]. No termino de creer que este sea el modelo ideal (tal vez sí el posible, por el momento), ya que dicho escenario vuelve más ardua la opción de concebir un proyecto a largo plazo, que consiga por ejemplo perdurar aunque sus fundadores se vean desligados del mismo. No obstante, intuyo que esta decisión de sostener un espacio contribuye postitivamente hacia un posicionamiento frente a las instituciones ya instaladas que pueden financiar proyectos conjuntos, y en donde estos espacios –autogestionados, pequeños, locales- no funcionen como meros receptáculos de muestras o actividades pre-armadas, sino idealmente, bajo la forma de una fructífera colaboración.
Estos lugares albergan entonces la potencialidad de generar un verdadero intercambio entre (llamémosle, a falta de mejores términos que aún tenemos que desarrollar) Capital e Interior, artistas renombrados y nóveles, proyectos masivos y locales, etc. De hecho, puede relevarse cierta inversión en esa dinámica, siendo ahora algunas grandes instituciones ligadas al arte las que procuran salir de Buenos Aires en busca de una expansión de sus fronteras y de la incorporación de otros actores. Podemos referirnos a la incipiente relación que la Fundación Itaú Cultural Argentina entabló con el FIVA[9] o el DOCTACINE[10] en la itinerancia de su ciclo Rumos, que fue una parte integrante de la grilla de programación de dichos eventos, o la Charla y Encuentro para realizadores Audiovisuales que tuve la oportunidad de coordinar en La Fabriquera, en la ciudad de General Roca, Río Negro[11]. Y para citar casos locales, la primera colaboración que aconteció este año entre el Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Pettorutti y el FICIFF (Festival Internacional de Cine Independiente de La Plata)[12], habiendo funcionado el primero como una de las sedes del Festival a partir de la exhibición del ciclo Rumos arriba mencionado.
Así, la existencia de estos otros circuitos tiene la capacidad de generar incomodidades, replanteos y, en el mejor de los casos, diálogos fecundos con otras maneras de pensar la existencia de estos complejos y apasionantes fenómenos. Resta un largo camino por delante a la hora de diseñar estas colaboraciones para encontrar el mejor modo de capitalizarlas hacia ambas partes de estas asociaciones, sobre todo en lo que implica empezar a revisar estrategias diversas de difusión, escala, etc., sin forzar un modelo que puede funcionar aceitadamente en un cierto circuito, pero que debe partir de un estudio, reconocimiento y valoración de las necesidades, intereses y modos de comunicación en cada ciudad, de forma específica. Empezamos entonces a concebir la idea de una gestión contingente, particular, que requiere de un diálogo e intercambio real –y deseablemente, interpersonal- entre las partes involucradas.
Hace pocos meses, se llevó a cabo en la ciudad de Córdoba el Encuentro de Gestiones Autónomas de Artes Visuales Contemporáneas[13], en donde se destacó la idea de “autónomos, no independientes”[14], sugiriendo que “la independencia encierra – en su enunciación – dominación y su correlativa emancipación; y nosotros no creemos en autoridad alguna de la cual liberarnos”[15]. En muchas ocasiones, las ciudades fuera de la Capital Federal no poseen una sólida estructura económica a la que recurrir en busca de financiamiento, lo que desvirtúa entonces cualquier idea de independencia en términos financieros. Pero sobre todo, y tal como comentábamos respecto al caso platense, la escena de arte institucional – más aún para las obras audiovisuales y las artes mediáticas que nos ocupan aquí -, carece de una estructura apuntalada, con nombres e instituciones que asuman la escritura de un relato posible, lo cual tiene como correlato un pobre interés por parte del público cuando se exhibe alguna muestra fuera de los cánones del arte legitimado (podríamos llamar, de las “bellas artes”) . Llegó entonces, creo, la hora de salir de ese círculo vicioso: ¿no hay visiblidad porque no hay producción? ¿y no hay público porque no hay visibilidad? ¿O sucede a la inversa?
Estas falsas dicotomías, a mi entender, no funcionan más que como cortinas de humo que nos pierden en infructíferos debates en términos de gestión: llegado este punto, es innegable que la producción de las artes mediáticas crece día a día, consecuencia de la accesibilidad de los equipos, las crecientes escuelas de arte y cine, las nuevas plataformas de vehiculización de las obras, etc. Esto no quiere decir, por supuesto, que el desafío en términos estéticos, artísticos, políticos y discursivos estén a la orden del día (un artista platense posteaba hace pocos días en su perfil de Facebook que “hay obra por doquier, y quizá poco arte”[16]), así como sigue siendo preciso insistir sobre los espacios de formación, también fuera de los ámbitos académicos.
No caigamos tampoco en una ingenua autoindulgencia: los espacios de arte, aún los autogestionados, funcionan como vehículos (y finalmente también como instituciones) de legitimación, aunque sea de una escena paralela y menos masiva. En rigor, estos espacios instalan obras, artistas y un circuito que va consolidándose, y que muchas veces corre el riesgo de restringirse a un pequeño grupo de productores afines. De hecho, muchos de estos espacios generan también publicaciones (podríamos citar títulos destacables como Pintura Contemporánea Salteña. Doce muestras[17] y Salta 1930-1960. Un relato de pintores, rupturas e identidades[18], ambos de Ediciones de la Galería Fedro[19]) que contribuyen también a la historización y legitimación de los artistas que participan en estas muestras o colaboran en las actividades. La diferencia radica, desde mi punto de vista, en que estos espacios asumen estas decisiones (algunos llamarán de curaduría, otros de gestión, otros de política cultural), casi en primera persona, distanciándose así de la pretensión de imponer un relato único, estable y acabado. El hecho de convocar a teóricos y críticos de la región es también una decisión fundamental no en términos de un localismo que se cierra sobre sí mismo, sino en la posibilidad de articular un verdadero intercambio – artístico, teórico, de formación, etc. – que no insista necesariamente sobre un único modo de producción (el cual no casualmente, termina siendo, la mayoría de las veces, el de las grandes urbes). Intuyo que el proceso que estamos atravesando en tanto artistas, gestores, teóricos, curadores impone la conciencia y sobre todo la responsabilidad de conocer las producciones cercanas – aunque un tanto más invisibles -, de estudiarlas, valorarlas, ponerlas en circulación: es decir, de aprender a mirar más de cerca.
Uno de los pilares de las experiencias que comentamos es ni más ni menos que la plataforma sobre la que se han consolidado muchos Festivales: colaboración interinstitucional, sedes eventuales, financiamiento rotativo, funcionamiento episódico por proyecto (es decir, sin necesariamente poseer un espacio físico estable), etc. Es interesante observar la lucidez y el dinamismo con el que ese modo ha reconocido siempre la diferencia entre Recursos y Dinero: lejos de la ansiosa recaudación de fondos y los grandes presupuestos (que muchas veces suelen elaborarse antes de tener un proyecto certero y un destino para ese capital), varias de estas iniciativas repiensan y relativizan también el lugar de lo institucional en sus actividades. Basta repasar la cantidad de colaboradores del encuentro Estado de Caos Permanente – Encuentro de Nuevas Tendencias aplicadas al Arte Conceptual –[20], para entender las redes de colaboraciones que comienzan a surgir a partir de este disparador. Por otro lado, Ciclo – Espacio de exhibición, charlas y taller de experimentación y producción en arte y tecnología- [21], abiertamente plantea “la no adherencia institucional, con sedes de actividad independientes y rotativas”, tomando el espacio público de la ciudad de Tucumán como escenario de muchas de sus actividades. También podríamos mencionar el modelo de Circuito CÍNICO – Circuito Independiente de Iniciativas Caseras Organizadas-[22], que si bien funciona itinerando por casas de la ciudad de Buenos Aires (con sedes en Parque Patricios, Floresta, Almagro y Palermo), sabe tender lazos, si necesarios, con instituciones tales como el Centro Cultural de España Córdoba, donde recientemente exhibieron una serie de conciertos y proyecciones[23]. Por último, cabe mencionar un tipo de apropiación conciente en el uso de Internet y las redes sociales cuando superan su mera función de difusión comercial, como en el caso de las actividades en streaming de La Cúpula[24], o Electrónica Lúdica[25], una plataforma de intercambio originada a partir de un reciente taller de Jorge Crowe y Diego Diez en el CCEBA, constituida como un grupo abierto de Google cuyos miembros superan hoy los asistentes originales del taller.
Para concluir, quisiera insistir en la importancia creciente de crear, apoyar y sostener una escena de las artes mediáticas locales, recordando que en muchas de las ciudades citadas aún no termina de afincarse un panorama que las incluya como pilar importante de la producción artística en el presente. En ese sentido, nos queda mucha tarea por delante en el trabajo sobre escalas más reducidas pero que, en el mejor de los casos, alcanzan un impacto más poderoso en lo que concierne a instalar otras formas de producción, exhibición, financiamiento y trabajo en red, a la par que el reconocimiento de las dinámicas ya existentes. Es decir, no se trata de imponer un modelo “ideal”, sino de saber reunir y potenciar estas dinámicas para impulsar el intercambio con otros modelos, más allá que estos se encuentren ya establecidos y sostengan grandes diferencias.
Retomando el espíritu cauteloso que instalaba al inicio de este artículo, creo importante reconocer el movimiento que hoy transitan las artes mediáticas en Argentina como un tránsito constante entre prácticas artísticas diversas, soportes, plataformas de exhibición, que incluyen también colaboraciones entre artistas y trabajo colectivo. Como propuesta y para que dicho movimiento sea coherente, imagino este espacio de contaminaciones siendo pensado también en términos de una nueva cartografía cuyo centro no siempre sea la Capital; en términos de tránsito entre instituciones de diversa índole (algo que ha sido siempre más habitual para los artistas que para los gestores y curadores); y en términos entonces de un trabajo en red, concreto, interpersonal, tan equitativo como equidistante.
Noviembre de 2011
NOTAS
[1] Así, categorías usuales como las de cine, videoarte, videoinstalaciones, arte en la red, bioarte, video (y/o) cine en vivo, e incluso artes visuales y sonoras se ven expandidas y mixturadas entre sí. Este fue de hecho el centro del debate en el último Seminario del Premio Sergio Motta, acontecido el mes pasado en Sao Paulo (http://www.ism.org.br/ism/?p=3284), tanto como el posible disparador del nuevo foco del renombrado Festival Videobrasil, que en la edición de este año mudó de “Festival Internacional de Arte Electrónica” a “Festival Internacional de Arte Contemporánea” (http://www2.sescsp.org.br/sesc/videobrasil/site/festivais/festival_17.asp)
[2] Impulsadas y coordinadas por Jorge La Ferla, contaron con la participación de grandes teóricos, artistas y curadores nacionales e internacionales, como Robert Cahen, Marcel Odenbach, Solange Farkas, Tania Aedo, Jean-Louis Comolli, Edgar Endress, Graciela Taquini, Andrés Denegri, Lucas Bambozzi, Carlos Trilnick, Ingo Gunther, Raymond Bellour, Gustavo Galuppo y Roy Ascott, entre muchos otros.
[4] http://www.estacionprovincial.com.ar/
[5] Podríamos también incluir al recientemente inaugurado Centro Cultural Estación Circunvalación, también en la ciudad de La Plata.
[6] http://www.maldemuchos.com.ar/
[7] Si bien reconocida por una larga tradición de producción artística local, debemos asumir que los espacios institucionales de la ciudad de La Plata se han inclinado generalmente hacia la circulación de artistas y obras ya legitimados, desatendiendo entonces la posibilidad de instalar una plataforma que promueva tanto el reconocimiento de los nuevos artistas como los intercambios posibles hacia y desde otras regiones. En este sentido, los espacios que menciono son destacables en la ciudad por incorporar en sus muestras actividades ligadas a la performance, el video, la música experimental o los VJs, que aún no tienen cabida dentro de los circuitos museísticos.
[8] Por citar sólo dos casos de una amplia mayoría, el Multiespacio 3-60 Arte en Neuquén y la Residencia Corazón en La Plata deben gran parte de su existencia y mantenimiento al aporte –incluso financiero-, esfuerzo y compromiso de sus propios creadores.
[9] Festival Internacional de Video Arte, con sede en la localidad de Almirante Brown, provincia de Buenos Aires. http://www.fivafestival.com.ar/
[10] Primera Muestra de Cine Regional, Nacional y Nuevas Tecnologías, con sede en la ciudad de Córdoba.
[11] http://www.artenqn.com.ar/Charla-y-Encuentro-con
[12] http://www.festifreak.com.ar/2011/index.php
[13] http://www.encuentrodegestionesautonomas.net/. Un encuentro similar está a punto de acontecer en la ciudad de Tucumán. Ver http://cgaleno.blogspot.com/2011/11/lab1-laboratorio-de-gestion-autonoma-en.html
[14] http://www.curatoriaforense.net/niued/?p=1215
[15] http://www.curatoriaforense.net/niued/?p=1215
[16] http://www.facebook.com/fabio.m.risso
[17] Arias, R (comp.) Pintura Contemporánea Salteña. Doce muestras. Salta, Ediciones de la Galería Fedro, 2005.
[18] De la Cruz, Luna. Salta 1930-1960. Un relato de pintores, rupturas e identidades. Salta, Ediciones de la Galería Fedro, 2011.
[19] Fedro es un espacio de arte con sede en la ciudad de Salta, gestionado por los artistas Roly Arias y María Laura Buccianti, que funciona en la propia casa de la pareja.
[20] Encuentro que se lleva a cabo en la ciudad de La Plata. Ver http://edcp.com.ar/
[21] http://ciclo.33media.net/
[22] http://circuitocinico.blogspot.com/
[23] http://ccec.org.ar/2011/09/jornada-cinica-conciertos-y-proyecciones-de-artistas-emergentes/
[24] http://lacupulagaleria.com.ar/sitio/index.php
[25] http://groups.google.com/group/electronica-ludica/about
* Publicado en Revista Experimenta (http://experimenta.biz/revistaexperimenta/) no.9.
Mariela Cantú (Argentina, 1981) é pesquisadora, curadora e realizadora em Artes e Meios Audiovisuais. É Licenciada e Professora em Comunicação Audiovisual pela Universidade Nacional de La Plata (UNPL). Atuou como docente na Universidad de Buenos Aires, na Universidad del Cine, el IUNA e na Universidad Nacional de La Plata. Atualmente, é mestranda em Estética e Teoria das Artes na Facultad de Bellas Artes (UNLP). Criou o Proyecto Arca Video Argentino, Archivo y Base de Datos on-line de Video Arte Argentino (http://arcavideoargentino.com.ar/).